Cuento de Magos

"La Paloma"... un cuento de magos.

Cuentos_de_magosLos magos también tienen lugar en la literatura. Aquí les transcribo un cuento a cerca de magos de Marcelo Birbajer:

Sólo una vez vi en persona al mago Najón. Pero fue la vez que lo determinó para siempre. La vida es injusta: conocemos a X durante una cincuentena de años, pero sabemos menos de X que un recién llegado que pudo espiar sus secretos, o a quien X se los brindó por amor. Los padres saben menos de sus hijos en años que los novios o novias en días.
Fue el primer y último acto del mago, en un hogar de la calle Uriburu, entre Lavalle y Corrientes, junto a un local de venta de importados, que exponía una suerte de monstruos chinos, entre Godzilla y dinosaurios, de una goma flexible pero noble, fosforescente. Era el onceavo cumpleaños de Fusman y actuaría el mago Najón, tal su nombre artístico, primo del padre y tío lejano del homenajeado. La función casera era el momento de transición entre su pasado de veterinario y su vocación, hasta entonces reprimida, de mago. Siempre había querido ser mago, pero el padre se había opuesto aduciendo que se moriría de hambre. Los chicos no sabíamos que era un mago debutante, pero se le notaba el nerviosismo y el entusiasmo.

El truco fuerte consistía en la desaparición de una paloma, y ya no recuerdo la circunstancia precisa pero sí que Fusman, el niño dueño de casa, el sobrino lejano, gritó antes de que el truco terminara: “Ahí está. Ya la vi. Ahí está la paloma”, destruyendo el misterio y la magia. La vio escondida, antes de que el mago la reapareciera. Najón enrojeció como si el truco fuera cambiar bruscamente la piel de su rostro. Abandonó los accesorios de su show magia encima de la mesa respectiva y se marchó dejando la puerta abierta. Antes de bajar corriendo los cinco pisos por escalera gritó: “Me voy a vengar”. Cecilia, una de nuestras compañeras en desarrollo, sugirió que estaba todo preparado. Fue el cumpleaños más emocionante del que participé.

El día del cumpleaños número 12 de Fusman, que no coincidía con la fiesta, una paloma gris apareció muerta en la alfombra roja del hall de entrada. La madre de Fusman pegó un grito de loca. El propio Beto Fusman, mi compañero, vomitó. El pobre padre tuvo que encargarse de tranquilizar a la mujer y limpiar. Pero cuando se disponía a envolver a la paloma en diarios viejos, el ave alzó vuelo y salió por la puerta todavía abierta. En venganza, el mago Najón había amaestrado a la paloma para que se hiciera la muerta en casa de Fusman. Recién entonces –ninguno de nosotros tenía mascotas–, reparamos en que el mago, ya con su nombre, Jacinto Berk, había reabierto la veterinaria.

No alcanzo a intuir si el mago quería vengarse de todo el curso, o si una vez que le hubo salido bien un truco, quiso repetirlo cuantas veces pudiera. Pero la paloma mentirosa volvió a hacerse la muerta en casa de Marisa Belstein, Fabián Dayé y Néstor Zrur. En cada uno de los hogares hubo gritos, escándalo, imprecaciones, decisiones fulminantes. Pero no había pruebas para acusar al mago Najón: ¿quién iba a testificar, la paloma? Nadie le iba con cuentos de esa especie a la policía: sólo el asesinato ameritaba recurrir a las autoridades. La paloma se dejaba morir sobre una cama, sobre el alfeizar de la ventana; incluso, en mi opinión el caso más repugnante, dentro del inodoro de Valeria Rafael. Pero en cuanto se le acercaban, alzaba vuelo como una ilusión.

No todos los hombres caen, pero todos los que caen pisan una de dos cáscaras de plátano: mujeres o dinero. No importa que estos dos estímulos se conozcan desde el principio de los tiempos: un hombre prefiere creer que esa mujer lo ama o que merece ese dinero, antes que aceptar la triste realidad de su existencia. Es una forma de morir como cualquier otra: que ese cuarto de hora que es la vida, pase perfumado, aunque sea de mentira. Y así llegó la princesa a la casa del mago Najón. Una jovencita llamada Paloma, que le dijo a Najón que lo admiraba como mago vocacional, que ella también quería dedicarse y comenzar como su asistente. ¿Najón no advirtió el artificio? Ya lo dije: nadie se quiere dar cuenta de la paloma de Troya. Pero cuando ella se fue, con la paloma, cobró, y desapareció de verdad, Najón cerró la veterinaria, la casa y no salió nunca más. Lo encontraron muerto sobre la misma mesa de mago que había usado en el show de magia del cumpleaños de Fusman, con la cara apoyada en la mano como si estuviera pensando y una carta que parecía recién escrita: “Decime ahora, Fusman: ¿dónde estoy?”.





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